Abraham Gumbel murió

- Yg. 1931, No. 1 -

A la edad de 78 años, mi tío Abraham Gumbel, conocido por los lectores de este periódico como "Emel", entró suavemente en Heilbronn al país del que no hay retorno. Nació en el pueblo de Stein am Kocher, donde nuestros antepasados ​​llevaban más de 200 años enterrados en Heilbronn. Con él, una de las pocas personas libres y de pensamiento independiente que nuestra supuesta "tierra de poetas y pensadores" tiene que mostrar murió.

Ya bajo la Ley Socialista demostró que la opinión imperante, es decir, la opinión de los gobernantes, no le influía, los gritos de la calle no le habían afectado. Estaba profundamente arraigado y cerca de su tierra natal, razón por la cual era un europeo acérrimo. Entonces entendió que la tierra natal, la gente, amar al terrón, y acusar a los señores, a los habebaldos y colmenas, al Partido de la Patria ya los príncipes “ancestrales”.

En 1914, cuando su hijo había muerto, se dirigió a la cuestión de la culpa de la guerra. Con enorme entusiasmo, diligencia y énfasis, abogó por la teoría de que podía probar con documentos siempre nuevos que el pueblo alemán era inocente, pero que la única culpa recaía en el tribunal de Berlín. Su profundo conocimiento de todos los archivos diplomáticos hizo que la imagen del origen de la guerra fuera cada vez más fácil. Lo ha demostrado en numerosos artículos y ha persistido en algunas polémicas.

Durante la guerra, esperaba una revolución espiritual que desarraigara al antiguo régimen y a todos los que habían respondido afirmativamente. Después de la derrota que siempre había visto venir, tomó la opinión de Eisner de que solo una nueva Alemania podría lograr una paz justa. Una lucha contra el Tratado de Versalles solo fue posible sobre esta base. Luchó contra la afirmación de inocencia de los hombres en 1914 como propaganda velada para restaurar la monarquía y las capas que la habían gobernado. En este sentido, trabajó en la expropiación de los príncipes.

Cuando los eruditos y "expertos" fracasaron con la inflación tal como lo hicieron durante la guerra y lo atribuyeron a las reparaciones o incluso a la balanza comercial pasiva, mostró la simple verdad: la inflación proviene de imprimir tiras de papel. Sin éxito, exigió la destrucción de la imprenta. Reconoció el inmenso peligro del nacionalsocialismo desde el principio.

Siguió siendo un predicador en el desierto. Solo trabajaba en el estrecho círculo de su tierra natal de Suabia. Me dio más que cualquier otra persona. Amaba la verdad; él era recto y libre. Su vida fue dura, su muerte sin dolor.

EJ Gumbel