Porque, solo míralos, allí están, con la cabeza descubierta, con el rígido e incómodo vestido de domingo, con el sombrero en las manos y temblando de emoción, porque ven a Hindenburgs paseando frente a sus soldados. Y el pequeño corazón los golpea: ¡nuestro glorioso vertedero! ¡El dios que hizo crecer el hierro! Leer más >>